domingo, 24 de julio de 2011

¿Por Qué Todavía Necesitamos Imperios?... (II)



El problema de los estados considerados premodernos es económico, no es la supuesta falta de control por otros estados desarrollados. El tercer mundo no tiene mercado suficiente para vender sus mercancías, y su mayor público consumidor, su población autóctona, tiene bajísimos ingresos. Millones de jóvenes en cada país subdesarrollado pasan parte de su vida sin oportunidades de trabajo; quien considere que mecanismos represivos directos o sutiles sirven como represa para contener a toda esa cantidad de personas que reciben a diario el bombardeo mediático, que los empuja a desear la vida que disfrutan los habitantes de los estados posmodernos está o equivocado o pretendiendo tapar el sol.   

La falta de mercado tiene su principal causa en el atraso, al capitalismo tardío de estas sociedades, que en pleno proceso de formación quedaron atrapadas económicamente por el capitalismo desarrollado, dueño del mercado internacional por ser productor de la casi totalidad de bienes requeridos.  Hasta hace pocas décadas, sociedades eminentemente agrícolas “competían” con economías que tenían varios siglos siendo desarrolladas. 


Por qué digo esto, por las siguientes palabras escritas por Robert Cooper: “Gobierno débil significa desorden y éste significa inversión decreciente. Todas las condiciones para el imperialismo están allí, pero tanto la oferta como la demanda de imperialismo han desaparecido. Y todavía un mundo en el cual el eficiente y el bien gobernado exporten estabilidad y libertad parece eminentemente deseable.” El papel de los países desarrollado ha consistido en ponerse de espaldas al subdesarrollo. Sino miremos las noticias que nos llegan en estos días sobre Somalia, donde decenas de miles de personas mueren de hambre a la vista de todos y el desarrollo gastando cientos de miles de millones de dólares anuales en armamentismo, para mencionar un solo renglón capitalista conocido por algunos economistas como crecimiento parasitario. 



Pero una de las citas más penosas del análisis de Cooper es la siguiente: Si los sindicatos de la droga, el crimen o el terrorismo utilizan bases premodernas para ataques contra las partes más ordenadas del mundo, entonces los Estados organizados deben tener que responder. Si se transforman en demasiado peligrosos para ser tolerados por los Estados establecidos, es posible imaginar un imperialismo defensivo. No hay que explicar que el narcotráfico, como la venta de armas -legales e ilegales- no pertenece a los países sudamericanos, la realidad es que estos países entran al negocio sucio encabezado por la gran oligarquía financiera internacional establecida principalmente en los Estados Unidos. Los estados nacionales pobres no son los grandes beneficiarios de los más de 300 mil millones de dólares que mueve el narcotráfico a nivel mundial. El origen del peligro al que usted, señor Robert Cooper se refiere, hay que buscarlo en otro lugar: donde hay un gran negocio, observemos a los grandes beneficiarios.


La necesidad de orden y de fuerza no debemos alentarla con esas razones manidas, debemos emplear las energías para observar un mundo que debe interconectarse bidireccionalmente, encaminarnos a una globalización real, participativa, en el cual sea prioritario desarrollar los medios de producción de las economías atrasadas y flexibilizar las cuotas de mercado.  Fijémonos que en el sistema actual, una sola persona puede tener más riqueza que la mayoría de estados subdesarrollados. Por mucha teoría que apliquemos, los países subdesarrollados serán un problema para la estabilidad global si no apreciamos estos puntos básicos que mencionamos. Pero que lamentablemente son los más difíciles de ceder.

viernes, 8 de julio de 2011

¿Por Qué Todavía Necesitamos Imperios?... (I)



Googleando -¿será verbo?- me llega tardíamente un artículo de abril del 2002 escrito por Robert Cooper secretario adjunto de defensa y de asuntos de ultramar del bandido y ex primer ministro de Inglaterra Tony Blair, promotor de la idea de la tercera vía,  titulado Por Qué Todavía Necesitamos Imperios. Hago esta entrada sobre el tema porque esa idea la sostengo desde hace muchos años, desde mediados de los noventa, o sea, antes de que este artículo se diera a conocer. Pero no se hagan falsas apreciaciones lectores y seguidores de este, mi rinconcito virtual, soy opositor del imperialismo, poseo pensamiento considerado liberal, sustancialmente democrático.

El problemita que tengo con la opinión del caballero citado arriba es que el plantea ocultamente un nuevo imperio por parte de la entonces recién formada Unión Europea. Soy de opinión de que el mundo como lo conocemos, con sus diferencias políticas, económicas y si se quiere étnicas, funcionaría con mayor caos si no existieran potencias imperiales. Sabemos de las apropiaciones y expropiaciones que son llevadas a cabo en contra de países con Estados débiles y fallidos, de las guerras abusivas donde arrasan con parte de la población sin ningún tipo de sentimientos, todo por fortalecer oligarquías financieras que no tienen otro tipo de objetivo que controlar, manipular e imponer su poder.

Una familia necesita, conjuntamente con todo lo demás, la autoridad firme de los padres; en una sociedad por igual, fuerzas armadas y policías que representen el monopolio de la violencia por parte del Estado nacional y que impongan el orden cuando ameriten las circunstancias. Extrapolo y doy el salto: la humanidad necesita Estados nacionales que cuenten con las fuerzas necesarias para mantener el orden internacional dentro de un rango tolerable, y que difícil es deslindar eso de tolerable. En ocasiones me pregunto qué pasaría entre las coreas o entre la india y Pakistán sin el ojo observador imperial. La razón que afecta este mundo unipolar es que sea unipolar, no tenemos un equilibrio de potencias.


Yo no sueño despierto (al menos hago el intento) y cuando expreso mi opinión no lo hago haciendo oposición. Soy Anti imperialista, pero no iluso. El mundo que deseamos no es el que tenemos, y como decía el apóstol cubano José Marti “nuestro vino es agrio, pero es nuestro vino”. Así como insisto siempre que tenemos que trabajar con el hombre que es y no con uno idealizado, digo que tenemos que desenvolvernos con las sociedades que tenemos, no con las que aspiramos.

Pero sucede que Cooper dice cosas como estas: “El mundo posmoderno tiene que comenzar a conseguir que sea utilizado un doble estándar. Entre nosotros, operamos sobre la base de leyes y seguridad cooperativa abierta. Pero, cuando tratamos con Estados a la vieja usanza fuera del continente posmoderno de Europa, necesitamos volver a los métodos rudos de una era más temprana: la fuerza, el ataque preventivo, el engaño, cualquier cosa es necesaria para tratar con aquellos que todavía viven en el mundo del siglo XIX de cada Estado por sí mismo. Entre nosotros mantenemos la ley pero cuando estamos operando en la selva también debemos usar las leyes de la selva. El prolongado período de paz en Europa ha creado una peligrosa tentación de descuidar nuestras defensas, tanto físicas como psicológicas. El desafío planteado por el mundo premoderno de Estados fallidos es nuevo. El mundo premoderno es un mundo de Estados frustrados, los cuales han perdido el monopolio de o la legitimidad para el uso de la fuerza, con frecuencia ambos.”

Primero el señor Cooper se niega a mencionar a Estados Unidos De América como parte del mundo posmoderno (palabrita que siempre la he considerado disparatada) y ya de por sí percibo en su articulo cierta visión competitiva para con el imperio. Luego pretende jugar con la inteligencia del lector cuando habla de que hay que usar métodos duros y de la selva cuando se trate con los países atrasados o premodernos, escondiendo con ello la real intención de su tesis que no es la defensa de Europa ni de su llamada posmodernidad, sino la de competir en el asalto de los bienes materiales de los países que no están en capacidad de defenderse. Apoyarse en el bastón de los atentados del 11 de septiembre del 2001 para justificar acciones de este tipo es una simpleza de análisis que no merece ponderación.


El artículo es una prenda de maniqueo constante; pretende que la mente del lector se centre en sus ideas bien expresadas, pero lamentablemente no todos los que leemos esas pretensiones presentadas como análisis, caemos en el juego aquel de “ni contigo ni sin ti…”