Tomada del Foro Electrónico "Grupal" de Buenos Aires
'Para mirar algo hay que soltarlo
primero'
Humberto Maturana revoluciono el
mundo de la ciencia con su teoría biológica del conocimiento, que afirma, entre
muchas cosas, que no se puede hacer referencia a una realidad independiente del
hombre. La epistemología de este biólogo chileno de 66 años, lo ha colocado
entre los constructivistas radicales como von Foerster, Piaget y von
Glaserfeld. Sin embargo Maturana se califica a si mismo como un determinista
ciento por ciento. La entrevista que publicamos, realizada por su discípula
Sima Nisis, recoge algunas de las principales ideas de Maturana, sobre todo en
el campo del lenguaje y de la ética comunicativa. Siendo alumna del Dr.
Humberto Maturana, comencé a descubrir en mi propia existencia, la dimensión
que adquiría mi vida cuando la vivía en una realidad 'sin paréntesis', y cuando
la vivía desde una 'realidad entre paréntesis'. Esta invitación a la reflexión
me inspiro para realizar este coloquio y desear compartir estas preguntas
cotidianas que surgían en mi a través de sus clases, la lectura de sus libros y
artículos y su aplicación en investigaciones y seminarios-talleres que iban
surgiendo. Por eso, este coloquio, es el fluir de conversaciones e
interrogantes que emergieron y que guiaron mi deseo de recorrer un camino
inusual, movida por la inquietud de ver lo que queda oculto 'del ser
cotidiano'.
EMOCIÓN Y COMUNICACIÓN:
S.N. -Doctor, mi deseo en este
coloquio es llevarlo por un camino inusual, movida, tal vez, por mi deseo de
ver lo que queda oculto en su ser cotidiano. En esta pregunta quiero responder
a una inquietud mía: usted ha dicho que la expresión de la emoción niega la
emoción que expresa, que quiere decir?
H.M. -La emoción es una dinámica
corporal que se vive como un dominio de acciones, y se esta en una emoción o
no. La atención a la expresión de una emoción la niega porque establece una
dicotomía entre el vivir y el parecer. Solo si no soy de una cierta manera
quiero parecerlo ante otro. La emoción se vive y no se expresa. El otro que me
mira puede decir: 'te veo triste', y hace una apreciación sobre mi emocionar
distinguiendo el dominio de acciones en que me encuentro al hacer una
distinción en el dominio del hacer. Si el otro me dice: 'sientes pena', hace
una apreciación sobre como me siento en mi emocionar, y hace una distinción en
el dominio de la reflexión. Confundimos frecuentemente emoción con sentimiento
y en el proceso negamos nuestra emoción buscando la expresión de nuestro
sentir.
S.N. -Que experiencias de su
infancia fueron significativas para usted, y por qué?
H.M. -Hay dos experiencias de mi
infancia que quiero relatar por las reflexiones a que ellas me condujeron. En
una ocasión, cuando yo tenia once años acompañe a mi madre, quien era Asistente
Social, Visitadora Social se decía entonces, en una visita a una familia de obreros
del ladrillo, en lo que en esa época, 1940, era Punta de Rieles, al final de
Macul. Allí llegamos a una vivienda que era un hoyo rectangular en la tierra
con un techo inclinado, y en cuyo interior se encontraba una mujer tendida en
el suelo, enferma, cubierta de harapos. Junto a ella estaba un niño, menor que
yo. Al verlo pensé: 'Yo podría ser ese niño, pero no lo soy, y nada en mi
justifica el que yo tenga una casa, pobre pero casa, que yo pueda ir al colegio
y comer todos los días, y que este ninio no. No es merito mio, es solo un
regalo de la existencia; nada de lo que tengo me pertenece y solo me cabe estar
agradecido mientras lo tenga'. Esta experiencia cambio mi vida porque desde
entonces viví en la conciencia de que la vida que uno vive es solo un regalo
del que no cabe otra cosa que estar agradecido, y las cosas buenas que uno viva
no significan que uno sea mejor que cualquier otro que no las tenga y las cosas
malas que a uno le pasan no significan tampoco que uno sea peor que otros que
no las viven. Ese niño y yo éramos igualmente dignos. La otra experiencia que
quiero relatar la viví en el patio de mi casa, junto a un árbol de flores
lilas. Allí me encontré pensando: 'No me gusta obedecer. No quiero obedecer.
Que debo hacer para no obedecer?. Si mi madre me pide que haga algo, tendré que
hacerlo, no puedo decir que no, pero no quiero obedecer. Ah! ya se, lo que hare
será tratar lo que deba hacer como mio, lo transformare en lo que yo quiero
hacer, y gozare haciéndolo. Siempre? No! Cuando se me ordene algo que no quiera
hacer mio, no lo hare, y viviré las consecuencias; Desde entonces nunca mas
obedecí, ni sufrí haciendo lo que no quería hacer.
S.N. -Como descubre uno en que
emoción se encuentra el otro? Parece que comunicarse es un acto de sabiduría.
H.M. -Yo pienso que eso es fácil.
Basta mirar sus acciones. Si queremos conocer la emoción del otro, debemos
mirar sus acciones; si queremos conocer las acciones del otro, debemos mirar su
emoción. Estas miradas solo son posibles en la medida en que no prejuzguemos lo
que vamos a ver antes de mirar, y ese es un acto de sabiduría.
S.N. -Usted sostiene que encontrarse en la
emoción con el otro es un asunto de 'mirar', pero que sucede con un 'otro'
plural, en una conferencia, por ejemplo? Como aunar las emociones?
H.M. -La respuesta es en principio
fácil. Uno puede encontrarse de dos maneras con la gente: desde la postura
'ustedes no saben y yo se', o desde esta otra postura 'ustedes saben todo lo
que yo voy a decir, porque todo lo que les voy a decir tiene que ver con
ustedes y conmigo'. En el primer caso, el 'ustedes no saben y yo se', puedo
decirlo explícitamente o simplemente estar en ese pensamiento y, por lo tanto,
en una dinámica que crea distancia porque mi pretensión cognoscitiva constituye
la negación del otro. Cuando eso pasa el otro entra en una dinámica emocional
propia que sigue un curso discordante con el del orador. En el segundo caso, el
'ustedes saben todo lo que voy a decir.' abre la posibilidad de un conmocionar
armónico porque parte de la aceptación de la legitimidad del otro o los otros.
S.N. -Usted habla de
distanciamiento o acercamiento Como entiende el desapego y el apego?
H.M. -Creo que el desapego surge en
el momento en que uno se da cuenta de que no es dueño de la verdad. En ese
momento uno puede poner sus creencias en la observación, y ver si uno quiere o
no quiere sus consecuencias. Para mirar algo hay que soltarlo primero, y el
acto de soltar constituye el desapego. En el acto de mirar mis creencias me
desprendo de ellas lo suficiente como para perderlas si el resultado de la
reflexión así lo requiere. La verdadera dificultad esta en generar esa mirada
debido al miedo que uno tiene de perder lo que posee. En la amistad uno se
encuentra con el otro sin apego. El otro es legítimo en si, uno no le exige,
uno solo esta en el placer de su compañía. Todos tenemos práctica en la
amistad. Lo que tenemos que hacer, si queremos vivir en el desapego, es ampliar
esa práctica, no solamente a estos seres que hemos escogido como nuestros amigos,
sino a todo otro.
CONVERSACIÓN Y LENGUAJE:
S.N. -Los seres humanos en el vivir
hablamos, conversamos. Cuando estamos en el lenguaje y cuando estamos en la
conversación?
H.M. -He hablado ya de esto en el
libro Emociones y Lenguaje en Educación y Política, pero brevemente puedo decir
que estamos en el lenguaje cuando nos movemos en las coordinaciones de
coordinaciones de acciones en cualquier
dominio que sea. Pero, el 'lenguajear' de hecho ocurre en la vida cotidiana
entrelazado con el emocionar, y a lo que pasa en este entrelazamiento llamo
conversar. Los seres humanos siempre estamos en la conversación, pero el
lenguaje, como fenómeno, se da en el operar en coordinaciones de coordinaciones
conductuales consensuales recurrentes. Lo que pasa es que nuestras emociones
cambian en el fluir del 'lenguajear', y al cambiar nuestras emociones cambia
nuestro 'lenguajear'. Se produce un verdadero trenzado, un entrelazamiento de
generación reciproca del 'lenguajear' y del emocionar. Eso es el conversar. Ahora
mismo estamos en una conversación. Es una conversación por cuanto se da el
entrelazamiento de que acabo de hablar. Estamos interesados, aburridos,
alegres, enojados durante el fluir de nuestro 'lenguajear'. A veces nos movemos
en una monotonía emocional, lo cual no quiere decir que no estemos en el
conversar y que no nos movamos en el fluir emocional.
S.N. -Es posible, según usted, que
surja la creatividad en sujetos que comparten un espacio de convivencia a cargo
de un guía, por ejemplo, alumnos en un laboratorio?
H.M -Cada vez que creamos un
espacio de convivencia y reflexionamos en el a través de mirar las
consecuencias de nuestro quehacer en el, puede surgir algo nuevo. Por ejemplo,
lo que yo hago en mi laboratorio, con mis estudiantes, lo llamo taller
renacentista, pues lo manejo como un espacio en el cual los estudiantes viven
en el hacer y en la reflexión sobre su hacer, en el contexto continuo de la
conversación sobre el hacer en el hacer. A si, si están estudiando algún
problema particular de neurobiología o de conducta, están también en el hacer
experimental que ese ámbito particular de estudio tiene, y están en las conversaciones
de ese quehacer y en las conversaciones que son reflexiones sobre ese quehacer.
En este proceso mis estudiantes adquieren las habilidades manuales y reflexivas
de ese espacio. Yo digo que mi laboratorio es un taller renacentista porque es
un espacio que se reconoce directamente como un espacio del vivir, como los
talleres renacentistas donde existía un artesano o un artista, y los
estudiantes se transformaban a su vez en artesanos o artistas, según sus
preferencias, en el convivir con el maestro.
S.N. -Un proverbio francés dice:
'Machacando se aprende el oficio'. De lo que usted dijo anteriormente parece
desprenderse que para ser biólogo hay que 'biologizar', y así en todo orden de
cosas.
H.M. -En el fondo ese pensamiento
casi lo dice todo. La biología es un dominio de observación, de explicación y
de reflexión sobre el vivir de los seres vivos. Si miro, por ejemplo, un
fenómeno químico, ese fenómeno químico es biológico en la medida en que para
comprenderlo debe mirársele en el contexto del vivir del ser vivo. El mismo
fenómeno mirado en un tubo de ensayo no es fenómeno biológico sino que químico.
Lo biológico tiene que ver con el vivir del ser vivo, por esto se aprende
biología 'biologizando', en el mirar y amar a los seres vivos. En general, todo
quehacer se aprende en la realización de ese quehacer. Si el quehacer es
discursivo, se aprende en el discurso, si es manipulativo, se aprende
manipulando. Todo conocimiento es un modo de vivir y, por lo tanto, es
multidimensional y su multidimensionalidad debe adquirirse en el vivir. Por
ello, por supuesto, es necesario aceptar la multidimensionalidad del dominio
del conocimiento que interesa en toda su magnitud. Si usted me pregunta como se
aprende a amar, la respuesta es: en el vivir las acciones que constituyen al
otro como un legitimo otro en la convivencia. Naturalmente lo mismo vale si la
pregunta se refiere a cualquier otro quehacer. Yo diría que aquello de lo que
hay que hacerse cargo al educar, es de crear un espacio de convivencia con el
niño, en el que el sea tan legitimo como el maestro o la maestra. El niño se
transformara en su convivencia conmigo según la legitimidad que yo le de a su
convivir conmigo. Si soy intransigente, el niño aprenderá a ser intransigente;
si soy generoso, el niño aprenderá a ser generoso; si soy cuidadoso en lo que
hago, el niño aprenderá a ser cuidadoso en su quehacer; si soy chabacano el niño
aprenderá a ser chabacano. Y esto lo aprenderá no como algo externo sino como
un modo de ser en el vivir. No es el ejemplo como un quehacer ajeno, lo que
educa, sino que la participación en el quehacer que se aprende. El niño danza
con el educador en el vivir. Si un niño al salir del colegio es un niño
agresivo y peleador, quiere decir que ha vivido en un espacio en el cual la
agresividad y la pelea son legítimas. Eso no quiere decir que el profesor ha
estado diciendo que es legitimo pelear o ser agresivo, basta con que en el
espacio de vivir que el o ella configura en todas sus sutilezas sea legitima la
pelea o la agresión. En términos generales podemos decir que uno aprende el
mundo que uno vive con el otro.
S.N. -El convivir con el otro puede
traducirse en la aceptación o en el rechazo del otro, pero como vivir en la
aceptación? y, diría mas, como vivir en las acciones que constituyen al otro
como un legitimo otro en la convivencia?.
H.M. Convivir en la aceptación del
otro como un legitimo otro es fácil. Como? Aceptando la legitimidad del otro.
Por ejemplo, si pienso que un niño hace algo que esta mal porque el niño es
flojo, mi conducta va a revelar lo que pienso, y va a constituir la negación
del niño como flojo, si pienso que el niño hace algo que esta mal porque aun no
tiene la practica adecuada que le permita hacerlo bien, mi relación con el niño
va a reflejar mi darme cuenta de que la dificultad del niño en hacer lo que yo
espero que haga tiene que ver con su practica y no con su ser. En el segundo
caso voy a corregir la practica del niño, en el primero voy a corregir su ser.
En el primer caso, al corregir al niño, lo voy a negar; en el segundo caso, al
corregir la práctica, lo voy a aceptar. En el proceso de formarse como profesor
o en el proceso de ser profesor, uno tiene que darse cuenta precisamente de lo
que acabo de decir y aprender y practicar la distinción de estas dos acciones:
la de negar al niño y la de corregir su practica. Hay algo que uno siempre sabe
aunque tal vez uno no se detiene a reflexionar en ello, o porque no quiere
reflexionar o porque piensa que la reflexión va a tomar mucho tiempo. Me
refiero a dos cosas: la primera, es que si uno se encuentra con otro, el otro
lo puede escuchar a uno solamente en la medida en que uno acepta al otro; la
segunda, es que la aceptación del otro se da en la emoción y no en la razón.
Esto podemos apreciarlo en los niños pequeños. Cuando uno se acerca a un niño y
uno le habla fuera del espacio emocional en que el niño se encuentra, este no
se acerca a uno. Uno le ofrece la mano y el niño no la toma. Pero, en el
momento en que uno se encuentra en la aceptación del niño, en su emoción, el
niño toma la mano. Ese gesto de tomar la mano es una acción que constituye una
declaración de aceptación de la convivencia. Es como si el niño dijera estoy
dispuesto a convivir contigo y, por lo tanto, a transformarme en la convivencia
contigo.
S.N. -Parece que la emoción invita
a desear algo...
H.M. -No, no es que la emoción
invite a desear algo. Uno se encuentra en el deseo o en el rechazo. El deseo
aparece como algo que le sucede a uno en el vivir. Así, por ejemplo, estamos
conversando sobre el conversar y en este fluir en las coordinaciones de las
coordinaciones conductuales del "lenguajear" y del emocionar entrelazados,
surge el deseo de saber sobre el deseo, como algo que nos pasa desde la nada,
aunque después nos parezca justificable.
LA BIOLOGIA DEL AMOR:
S.N. -Usted ha hablado de la
negación y de la aceptación del otro. Esto me hace pensar en el amor y en las
condiciones que deben darse para que se pueda vivir en la biología del amor.
H.M. -Pienso que las condiciones
para vivir en la biología del amor son señalables solo a posteriori, como un
comentario intrascendente: el amor le pasa a uno. Así, simplemente. Lo que uno
puede hacer es reflexionar sobre la negación cultural del amor, aun cuando se
lo destaca o valora. El amor es el dominio de las acciones que constituyen al
otro como un legitimo otro en convivencia con uno. Uno se encuentra con otro y,
o se encuentra en las acciones que lo constituyen como un legitimo otro en la
convivencia, o no. A uno le pasa eso. También le pasa a uno que se encuentra
con alguien en las acciones de rechazo, negación o indiferencia como algo que
le sucede a uno porque si, desde la nada. El suceder de la experiencia le pasa
a uno en el fluir del vivir. Así como el vivir humano se da en el conversar, el
emocionar le sucede a uno en el fluir del conversar, y esto tiene una
consecuencia fundamental: si cambia el conversar, cambia el emocionar, y lo
hace siguiendo el curso del emocionar aprendido en la cultura que uno vive y ha
vivido. Es debido a esto el efecto terapéutico de la reflexión como un operar
que lo centra a uno en su cultura y en lo fundamental de lo humano que es el amor.
S.N. -En su libro Lenguaje y
Emociones en Educación y Política usted comenta que las emociones han sido
desvalorizadas por darle mayor énfasis a la razón. Que sugeriría usted para
darle a las emociones el espacio que les corresponde?
H.M. -Ante todo, creo que uno tiene
que aceptar su legitimidad; es decir, reconocer que lo humano no se constituye
exclusivamente desde lo racional. Es cierto que lo racional es importante en el
tipo de vida que vivimos, pero el primer paso para revalorar la emoción seria
aceptar que entrelazado a un razonar esta siempre presente un
"emocionar". En el momento en que uno ve eso se da cuenta de que es
así. Se podría invitar a alguien a una reflexión en cada momento: que te esta
pasando?, es una de las preguntas que muchas veces se hace en terapia o en
talleres de desarrollo personal. Que te esta pasando?, es una pregunta dirigida
a mirar el propio emocionar y no a mirar el propio razonar. Desde el momento en
que la persona la contesta, se encuentra mirando su "emocionar". Es
decir, si la invitación a esa mirada es aceptada, entonces la presencia
continua de la emoción y del fluir emocional se hace aparente. Pienso que en el
momento en que uno acepta la presencia de la emoción y amplia su mirada reflexiva
se da cuenta de que la emoción es el fundamento de todo quehacer. El darse
cuenta que trae la reflexión sobre las emociones no se puede negar. Las
emociones tienen una presencia que abre un camino a la responsabilidad en el
vivir. Pienso que al niño hay que invitarlo a respetar su
"emocionar", dándose cuenta de el, no pedirle que lo controle o
niegue. Tenemos miedo de las emociones porque las consideramos rupturas de la
razón, y queremos controlarlas. Creo que el deseo de controlar las emociones
tiene que ver con nuestra cultura orientada a la dicotomía de lo bueno y lo
malo; se enfatiza, como línea central de la vida la lucha entre el bien y el
mal, "lo bueno y lo malo". Lo malo tiene una presencia enorme, no
como una falla circunstancial o como un error, sino como algo constitutivo.
Ahora, desde el momento en que uno mira a los seres humanos constituidos en lo
bueno y lo malo, y se vive en la lucha entre el bien y el mal, se pierde la
confianza en lo humano y lo natural. Los seres humanos son malos, se dice, entonces
no son confiables. La educación pasa a ser un modo de controlar la maldad, tal
vez también de guiar hacia la bondad, pero sobre todo de controlar la maldad.
En un momento histórico como el nuestro, descendiente del periodo histórico de
la ilustración, parece que la maldad se controla con la razón y que la razón
nos acerca a lo bueno. El resultado es que vivimos en lucha contra las
emociones en el supuesto de que ellas nos alejan de la razón, y nos acercan a
lo arbitrario que es lo malo. Esta desconfianza yo no la tengo, porque creo que
lo humano no se constituye en la lucha entre el bien y el mal. La lucha entre
el bien y el mal -pienso- pertenece a un momento de nuestra historia cultural,
de modo que nosotros, culturalmente, estamos inmersos en esa lucha, pero ella
no pertenece a la constitución de lo humano. Yo tengo confianza en la biología,
en particular en la biología del amor que es el fundamento de lo social. Las
relaciones humanas se ordenan desde la emoción y no desde la razón, aunque la
razón de forma al hacer que el emocionar decide. Yo diría que lo que uno tiene
que hacer es respetar las emociones de los niños con lo cual uno respeta su
dignidad y les permite conocerlas abriendo paso a su ser responsable frente a
ellas. En nuestra cultura patriarcal occidental creemos que las relaciones
humanas deben controlarse porque vivimos en la mentira de la apariencia y no en
el respeto por nosotros mismos y por el otro que constituye lo social,
precisamente porque vivimos en la dicotomía del bien y del mal como condición
transcendente y, precisamente porque vivimos así, no vivimos en la
responsabilidad de nuestros actos.
S.N. -Usted invita a la reflexión,
postula que el amor se da desde la biología, como llego a esto?
H.M -En un sentido estricto, yo llegue
a esto sin darme cuenta. Mi reflexión comenzó al mirar a los seres vivos como
sistemas autopoieticos, como sistemas en los que todo ocurre en referencia a
ellos en el proceso de vivir. Eso me llevo a pensar en la convivencia que
dividí en dos tipos: uno que lleva a la destrucción del convivir y otro que
lleva a la realización del convivir. Uno que lleva a la separación y, por lo
tanto, a la no convivencia, y otro que lleva a la conservación de la
convivencia. Y así me di cuenta de que aunque ambos tipos de convivencia se
realizan a través del vivir, el que lleva a la realización de la convivencia, a
la realización del vivir con otro, solamente se puede dar en la medida en que
la convivencia se hace en la aceptación del otro como un legitimo otro. También
me di cuenta de que es solo a tal convivencia a la que nos referimos
cotidianamente al hablar de lo social. Mirando a los seres vivos y su
convivencia social me hice en algún momento la pregunta acerca de las
emociones. Que tengo yo que mirar para decir que hay una emoción?, o que
criterio aplico para decir que hay una emoción?, me pregunte. Al hacerme estas
preguntas me di cuenta de que el criterio que uno aplica es el de mirar las
acciones. Descubrí que las emociones corresponden a distinciones que un observador
hace del dominio de acciones en que se encuentra el otro o uno. Empecé a
preguntarme por el dominio de acción de las distintas emociones y descubrí que
el amor es el dominio de las acciones que constituyen al otro como un legitimo
otro en la convivencia con uno. Esto, naturalmente, no paso de la noche a la
mañana, sino a lo largo de meses de conversar y reflexionar acerca del
emocionar como fenómeno de la vida cotidiana. Al hacer esto miraba situaciones
simples del vivir cotidiano como lo que pasa cuando uno sube a un bus. Uno toma
el bus en un acto de confianza maravillosa, paga su pasaje, con lo cual expresa
su confianza al chofer, este acepta la moneda que uno le da en un acto de
confianza hacia uno como pasajero. Mi confianza hacia el chofer implica que yo
no dudo que el no va a manejar a tontas y a locas produciendo un accidente, la
confianza del chofer hacia mi implica aceptar que yo no lo voy a asaltar o
golpear por la espalda. Es cierto que el puede mirar para atrás a través del
espejo retrovisor, pero ese espejo esta destinado esencialmente a otra mirada,
no a la desconfianza. Y si uno mira a su alrededor descubre que todo el mundo
social se funda en ese acto de confianza. Voy al banco a depositar mi dinero,
encuentro una oficina que se llama "operaciones de confianza"
-interesante el nombre- deposito mi dinero en la confianza de que el cajero no
me va a robar y va a anotar lo que debe anotar. El cajero acepta el dinero en
la confianza de que no lo voy a engañar, es cierto que cuenta el dinero pero lo
hace fundamentalmente por un asunto de orden, no de desconfianza, y aunque a
veces pueda haber circunstancialmente desconfianza, todo el proceso se funda en
la confianza. Visto de mas cerca se ve que la "confianza" es el
fundamento del vivir mismo. Conversando hace poco con algunos amigos brasileños
les decía que C.G. Jung habla de las sincronías como fenómenos especiales de
coincidencias inesperadas. Pero si uno lo mira bien, ve que la sincronía es lo
corriente, lo cotidiano, el fundamento de la coexistencia. Que sincronía mas
maravillosa la que tiene lugar con el nacimiento de un bebe! Nace el bebe y se
encuentra con la mama lista para amamantarlo, y que sincronía mas maravillosa
que la madre se encuentre con un ser al que su leche alimenta y no envenena.
Entonces toda esta maravillosa armonía del orden del vivir se funda
esencialmente en que todo esta en su sitio, es decir, en algo equivalente a la
confianza. El bebe, nace, por así decirlo, en la "confianza" de que
va a haber una mama, aunque no hay premonición ni reflexión acerca de esto.
Pero uno se da cuenta de que esta condición de confianza, de disposición
adecuada para la convivencia como un fenómeno legítimo que constituye lo social
es un fenómeno mucho más amplio, no solamente humano, sino que pertenece a
todos los seres vivos. No es acaso sincronía del vivir el que en una colmena,
la larvita salga del huevo y se encuentre con una abeja que la alimenta, o el
insecto que pone su huevo solitario sobre un árbol o flor lo haga de manera tal
que al salir una larvita esta se encuentre con una hoja que será su comida? Esa
extraordinaria armonía es lo natural del vivir.
S.N. -Lo que acaba de decir esta
relacionado con la enseñanza y el aprendizaje. Si en un momento usted dijo que
se aprendía biología "biologizando": cree usted que se pueda aprender
a amar, amando?
H.M. -Ciertamente, basta mirar lo
que le pasa al niño cuando uno lo acepta en su intimidad y legitimidad. Creo
que esa es la experiencia mas conmovedora que uno puede tener con un niño o con
un animal. En el momento en que el niño acepta la mano que uno le ofrece,
acepta la convivencia con uno, pero lo hace cuando esta reconocida su dignidad,
no como una reflexión, sino como una acción que lo trata como un legitimo otro
en la convivencia. Si vamos por la calle y le damos una patada a un perro que
tiene miedo y no nos damos cuenta de su emocionar nos muerde. Pero acercarse a
un ser que tiene miedo sin reconocer que tiene miedo y sin respetar su miedo,
es negar su legitimidad, y cometer un acto de ceguera. La única forma de
encontrarse con un niño o con un perro es aceptando su "emocionar",
no negándoselo. Pero como acercarse a un perro con miedo? le hablamos, el perro
esta asustado y nos ladra. Le hablamos sin acercarnos demasiado; le hablamos y
el perro cambia su emocionar. Lo mismo ocurre con el niño. Si el niño se siente
reconocido en su legitimidad, nos da la mano y en ese momento acepta el espacio
de convivencia que le ofrecemos.
S.N. -En muchas oportunidades usted
ha manifestado que un alto porcentaje de enfermedades en el adulto tiene como
causa la falta de amor.
H.M. -Y no solamente en el adulto!
El organismo como sistema existe en una armonía o coherencia interna que se
pierde cuando sus relaciones e interacciones dejan de ser congruentes con esta
armonía. La negación del amor rompe esta congruencia y da origen a alteraciones
fisiológicas que hacen posible procesos como alteraciones en la dinámica
motora, endocrina, inmunitaria, neuronal, o tisular en general. Así, gérmenes
que coexisten normalmente con nosotros se hacen patógenos porque nuestra
relación con ellos se altera, o se alteran procesos de regulación de la
dinámica celular que resultan en disfunciones orgánicas, o sea, por alteración
de la biología del amor se altera la dinámica endocrina de modo que surgen
alteraciones en la dinámica tisular o, por ultimo, se altera la dinámica motora
y de atención y surgen u ocurren accidentes por cegueras o esfuerzos
desmedidos. Todos los fenómenos del vivir se pueden vivir en la armonía de su
legitimidad desde la biología del amor, incluso una perdida. Pero para que esto
sea así, el niño debe crecer en la dignidad del respeto por si mismo y por el
otro que trae consigo la biología del amor. Pienso que la mayor parte del
sufrimiento humano, y la mayoría de las enfermedades humanas tienen su origen
en la negación del amor. Cuando el animal, humano o no humano, vive en
congruencia con su circunstancia, salvo que tenga una alteración anatómica o
fisiológica congénita que lo saque de lo normal, vive en armonía con su
circunstancia, lo que implica una armonía fisiológica. No hay distorsiones en
la tensión muscular, no hay desviaciones en los sistemas endocrino, nervioso e
inmunitario, cualquiera sea el momento del vivir. La mayor parte del sufrimiento
es por distorsión del cuerpo, y con esto quiero decir distorsión muscular,
distorsión tensional sobre los huesos, sobre los sistemas nervioso y endocrino.
Se crea así un desbalance o distorsión del sistema inmunitario que crea a su
vez toda clase de procesos internos que alteran la regulación normal de la
constitución y estabilización de procesos de expresión génica. La existencia de
un ser vivo en armonía con su circunstancia se da en la armonía interna que le
permite, como al esquiador que se desliza según la curvatura del terreno,
moverse adecuadamente en un espacio de existencia legitima, y la única
circunstancia que hace que la existencia humana sea legitima, es la armonía con
la circunstancia del otro. Somos humanos en tanto somos animales que vivimos
unos con otros en el conversar y eso se da sin lucha y sin conflicto solamente
en la aceptación del otro como legitimo otro en la convivencia. Si el niño
crece en el amor se respetara a si mismo, y respetara a los otros. El crecer
con respeto por si mismo y respeto por el otro, no asegura una conducta
especifica ni una vida sin accidente ni dolor, pero asegura una vida en la cual
el niño y luego el adulto pueden moverse en congruencia con su circunstancia y
vivir los sucesos del vivir en legitimidad social, es decir, como seres
responsables de sus actos porque aceptan sus emociones.
S.N. -Si todo parece tan fácil por
que la vida cotidiana no se da de esa manera?
H.M -Porque vivimos una cultura que
niega el amor al darle un carácter especial subiéndolo al pedestal de la
virtud. Vivimos una cultura que esta centrada en la distinción entre el bien y
el mal, en la exigencia de la obediencia y, por lo tanto, en la desconfianza, y
no vemos que sin confianza no se constituye lo social. Por esto, aunque vivimos
de actos de confianza, no lo vemos y solo vemos la desconfianza, el desamor, la
competencia, la lucha. Nuestros niños crecen en un espacio pequeñísimo de
confianza que es su hogar, escuchando hablar de una continua lucha con los
demás, contra la naturaleza, contra los elementos, contra las enfermedades.
Luchamos todo el tiempo y esa continua lucha es una continua enajenación en la
desconfianza que va creando fracturas en la trama de la convivencia social. Un
país es una red de pequeñas comunidades, sociales y no sociales, que configuran
comunidades mas grandes, no necesariamente sociales, como las comunidades de
trabajo, o como las comunidades de cercanía que no tienen una trama social. Se
requiere una trama social fundamental, sin embargo, para que el país no se
desmorone del todo. Pero eso no es suficiente para evitar la deformación de
nuestros niños que crecen continuamente expuestos a la negación de su dignidad
en la negación de la dignidad del otro, cosa que los hace progresivamente parte
de un gran mundo en el que se niega lo social hablando de lo social.
S.N. -Si parece tan fácil
comprender lo que usted propone, esto es, la biología del amor, por que nos
cuesta tanto? o por que volvemos siempre a las conductas que la niegan? o acaso
no hay esperanza? Como hacer de la comprensión de la biología del amor una
posibilidad en el vivir?
H.M. -Vivimos una cultura que habla
del amor pero lo niega en la acción. Esta es la cultura patriarcal europea u
occidental a que pertenecemos. Esta cultura surge del encuentro de la cultura
patriarcal indoeuropea que invade Europa cerca de 5.000 años antes de Cristo, y
las culturas matristicas existentes allí. En este encuentro, la cultura
patriarcal invasora destruye o subyuga a las culturas matristicas, y cuando las
subyuga, lo matristico queda relegado a la relación materno-infantil, mientras
que lo patriarcal se desenvuelve en la vida adulta, en el mundo del patriarca.
Esta dualidad es aparente en la educación que damos a nuestros niños. En la
infancia los guiamos en la colaboración, el respeto mutuo, la aceptación del
otro, el respeto por si mismo, el compartir y la legitimidad de la sensualidad.
En el pasaje a la vida adulta los guiamos en la apropiación, la lucha, la
negación del otro, la competencia, la dominación y la negación de la
sensualidad valorando sobre todo la razón. Es decir, guiamos a nuestros hijos
durante la infancia en la biología del amor, y en la juventud los guiamos a la
biología de la agresión. Así como el amor es el dominio de las acciones que
constituyen a otro como un legítimo otro en convivencia con uno, la agresión es
el dominio de las acciones que niegan a otro en la convivencia con uno. Los
seres humanos de la cultura patriarcal europea vivimos permanente o
recurrentemente en esta contradicción en nuestra vida adulta; aprendemos a amar
en la infancia y debemos vivir en la agresión como adultos. Por esto el amor
para nosotros se ha vuelto literatura o, lo que es lo mismo, una virtud, un
deber, un bien inalcanzable o una esperanza. Para vivir en la biología del amor
tenemos que recuperar la vida matristica de la infancia y para ello tenemos que
atrevernos a ser nosotros mismos, atrevernos a dejar de aparentar, atrevernos a
ser responsables de nuestro vivir y no pedirle al o de sentido a nuestro existir.
Pero hacer todo eso, en verdad, no es tan difícil si damos el primer paso
recuperando nuestra dignidad al aceptar la legitimidad del otro, quienquiera
que este sea. Si usted además me pregunta como se hace eso, yo diría: si vas
por un sendero y se cruza una serpiente venenosa di: Ah, una serpiente
venenosa, debo dejarla pasar! Si vas por un prado y ves una mariposa di: Ah,
que bella mariposa, que hermoso como vuela de flor en flor! Si vas por la
ciudad y ves un ladrón, y hay para ti la posibilidad de
impedir su acción, impídela... es así de fácil.