Precioso articulo escrito por el magistrado y publicado en un diario local.
Escrito por: Fernando Casado
El proceso de aculturación de nuestra tambora se hace más
relevante ante la irrupción del “tamboril regional español”. Expresión
instrumental, fundamentalmente trascendente en la síntesis del criollo
instrumento, desde la inserción conquistadora. La prehistoria le ubica entre
elementos pictografiados en las cantigas de Alfonso X.
Luego, el desconcertante descubrimiento de doña Flérida de
Nolasco en estas remotas cantigas, en cuanto a la presencia de rasgos musicales
similares a nuestro “carabiné”, nos obliga a replantear y redimensionar sus
afirmaciones en un plano trascendental, ante el surgimiento de un segundo y
espectacular elemento, intrínseca y esencialmente ligado a las raíces
viscerales de la música dominicana:
“Para llegar hasta el remoto origen del carabiné
tendríamos que retroceder al siglo XIII, a las Cantigas de Alfonso el Sabio,
donde fui yo la primera en encontrar su germen rítmico en la Cantiga 299, que es un
claro e indiscutible modelo de lo que debía ser andando los siglos la danza
antillana”. (F. Nolasco).
La síntesis del “tamboril español” y la “tambora” aborigen
“de una calabaza con dos pieles de jutía”, es síntoma inequívoco de sólida
concreción cultural. Colón transporta desde Canarias variedades de especies:
cabras (chivos), ovejas, etc., utilizados, tradicionalmente, para encorar
igualmente el “tamboril español”.
La similitud en términos físicos. El excepcional “golpeo
de abajo hacia arriba”, tradición en nuestros tamboreros. El hoyuelo para que
“respire” el repique, así como detalles de construcción y ejecución, coinciden
en más que determinantes similitudes.
La “tambora” de tablillas es evolución hacia una mayor
amplificación del sonido, que su elemental tamborillo no aportaba. La
“intensificación” sonora era ejercicio y empeño del aborigen, de ahí el
“mayouacan”, el “fotuto”, o el “caracol” para comunicarse a distancia. Es
contundente y definitor el rasgo similar del “tamboril español” percutido con
UN SOLO “PALITO”. Las referencias son tan iguales que podrían asumirse a
nuestra “tambora” y no al “tamboril español”:
“Atendiendo a su clasificación, el tamboril es un
membranófono cilíndrico percutido con baqueta. El sonido se genera al dar un
golpe con un palo en una membrana tensa... El cuerpo cilíndrico puede
fabricarse de un tronco ahuecado, una lata vacía o una chapa de madera a la que
se da forma cilíndrica.
La piel puede ser de cabra (¡¡chivo!!, F.C.), oveja
o más raramente de perro (existía el perro mudo aborigen) o venado.
Las pieles se tensan con cuerdas y abrazaderas de cuero…
La técnica de golpeo es de abajo hacia arriba y con movimientos de muñeca,
tejiendo ritmos rápidos y recargados… Se utiliza eficazmente el golpeo en el
aro y otras partes del parche logrando distintas intensidades sonoras (como en
la sierra salmantina y norte de Cáceres).
“En todos los casos el tamboril se golpea con una sola
baqueta y con la mano derecha”… “hacer un pequeño agujerito (de unos 6 u 8 mm ) en el centro del cuerpo
del tamborete para que salga el aire al golpear el parche cuando tocamos”… “En
la época de Carlos V (el emperador Carlos V fue quien propiciara el acuerdo de
paz con Enriquillo, F. C.) y posteriores, el tamborilero era el que enseñaba
las danzas y bailes en la corte, teniendo puestos privilegiados ente los
servidores”.
La lista de regiones de España donde ha vestido la
tradición el prehistórico “tamboril” podría lucir exagerada, más su herencia
nos crece exuberante frente a los montes heroicos del Cibao.
Con su enramada de sonrisas y mujeres hermosas o sus
héroes vestidos de sueños y banderas, donde retumba al cinto del canto el
merengue en polvareda de siglos o el machete glorioso donde comenzaron a
inventar la historia. ¿De dónde surgió el nombre de aquel Edén cibaeño?:
“Tamboril”.
Es hora de decirlo. Los entusiastas y muy bien enterados
tamborileños nos cuentan la “historia de su fundación”:
Primera versión: “Que ¿de dónde vino ese nombre?
Bueno, los entendidos saben que la variedad más grande de tambores la tienen
los españoles, y precisamente ellos tienen una especie de tambor que se llama
tamboril, lo que da pie para que más o menos creamos en una versión dada amén
una de mis investigaciones.
Dado a nuestro clima, era frecuente el paso de los
españoles por esta zona. Un día hicieron ellos un campamento, abrieron sus
casas de campaña y se alojaron en la orilla de un arroyo situado en el este de
nuestro territorio, que bajaba de la cordillera Septentrional y al llegar a la
parte llana formaba un pequeño charco o poza.
En ese charquito caían las piedras arrastradas por el
arroyo, produciendo un sonido extraño, y el español al escucharlo exclamó muy
admirado: ¡¡ suena como un tamboril!!. Hoy es Tamboril el municipio más
industrializado que tiene el país….”.
Segunda versión: “Tamboril, cuyo nombre poético se remonta
a la colonización y conquista española, tiene un historial de luchas y sus
habitantes se enfrentan ahora decididos a su progreso y bienestar”.
“La tradición señala que al paso de la hueste de
Ginés de Gorvalán por la humilde aldea indígena que allí existía, acamparon
cerca de las aguas crecidas del arroyo y a ellos les pareció que sonaban
durante la noche como especie de un tamborito”.
Este hermoso pedazo de tradición, objetiva históricamente
el contacto entre aquellos de “la humilde aldea indígena que allí existía” y el
rumoroso “Tamboril” de Ginés de Gorvalán.
La profundidad intrínseca de nuestras convicciones como
pueblo y su decisión inquebrantable, en términos de la nación que hemos
decidido ser, comienza en el aborigen. Un Enriquillo da el paso.
El pasado habla en voz alta y marca notoriamente esa
diferencia conceptual. Los héroes silenciosos que Trujillo hubo de asesinar
pavimentarían el crespón de la historia desde el Altar del Sueño hasta el Morro
Cristeño lejano.
El reto, evidencia una conciencia superior en nuestros actos.
Dolor de juventudes de todas las edades echarían a volar sus vidas, desgarrando
sus alas por una patria honrosa, en el agonizar del arenal enrojecido o el
lunar silencioso en la nuca junto a la pared arrodillada.
La negritud no es un estigma. El hombre será condenado por
su conducta o sus ideas, no por el matiz de su pellejo. La mulatez hermosa que
nos retrata es un fermento aromático de sabor y destilado diferente, donde lo
sustancial, no responde, ni tiene relación obligada, con el color del contenido.
La maldad o bondad es humana, no tiene raza ni pellejo. No
nos hace superiores el pellejo blanco o inferiores el pellejo negro o el
pellejo culpable. Con la etnia nacemos inevitablemente. La cultura requiere de
un largo abono para enraizarse en el latir de un pueblo.
Nuestro eje racial es mulato… pero nuestra cultura
despierta nos ha convertido en un grupo diferente al resto. La elocuencia de la
historia lo estruja al rostro de una realidad, en distancia y estatura,
recargada de dolorosas experiencias a nuestro alrededor. Debemos estar
conscientes y orgullosos de nuestra fortaleza cultural histórica, y su
fidelidad no admite concesiones.
Su huella, somos nosotros. Desde el balcón del tiempo,
nuestras herencias nos gritan un merengue eterno y el latir de una tambora bajo
la enramada azul, sin que importe el color de los pasos o las nubes… solo la fe
en lo nuestro y el orgullo de defender lo que fuimos, somos y hemos decidido
ser!