Astrolabio. Revista electrónica de filosofía. Año 2005. Núm.0.
ENTRE
LIBERALISMO Y FILOSOFÍA
Por Joaquín
Fortanet
Con la colaboración de J.M. Bermudo, Lluís Pla y Antonia A. Vidal
Traducción de
Manuel Bellmunt
Richard Rorty es uno de las grandes figuras del pensamiento que
todavía permanece en activo. Su intento de conjugar autores como Derrida,
Foucault, Wittgenstein o Heidegger con la democracia liberal, su particular
propuesta ética y su definición de intelectual ironista se han convertido en
algunas de las propuestas más sugerentes que ha producido la actualidad
filosófica. Su obra ha dado pie a numerosos debates e investigaciones en el
seno de nuestro Seminario de Filosofía Política. Por ello hemos aprovechado la
ocasión del lanzamiento de este primer número de ‘Astrolabio’ para ponernos en
contacto con Richard Rorty a través de la Universidad de Stanford, con el
objetivo de pedirle que nos resolviera algunas cuestiones que su obra nos
sugería.
J.F.: Agradecemos mucho el que usted haya
accedido a realizar esta entrevista. Hemos intentado sintetizar la mayoría de
las cuestiones que su obra nos suscita. La primera pregunta que querríamos
introducir es acerca de la obra de Michel Foucault. Me gustaría preguntarle por
la influencia que, según usted, ha tenido en la filosofía la obra de Michel
Foucault.
Rorty: Foucault ha sido muy valioso a la hora de
cambiar actitudes culturales hacia la homosexualidad, pero no estoy muy seguro
de si ha tenido gran repercusión en otras áreas. Surveiller et punir no aportaba ninguna sugerencia de cambio en
el sistema criminológico judicial, y es difícil de imaginar cómo podría ser
puesto en práctica. Foucault fue un hombre brillante, pero su brillantez fue
utilizada para arrojar sospecha sobre las instituciones más que para intentar
reformarlas.
J.F.: La reciente muerte de Derrida deja un
enorme vacío en la filosofía actual. Su obra posee una importancia capital en
la filosofía contemporánea, y en cierto modo se podría afirmar que posee
importantes paralelismos con la suya. Respecto a ello, ¿Considera las críticas
‘deconstructivas’ hacia su obra más sugerentes que las críticas que se le
lanzan desde la filosofía analítica –Putnam- o desde la filosofía humanista
–Habermas?
Rorty: Creo que no he sido criticado en exceso por
los partidarios de Derrida. Yo mismo me considero un seguidor de Wittgenstein,
además de compartir una visión similar sobre la naturaleza del lenguaje, tanto
con Derrida como con Wittgenstein. Así que no acabo de comprender por qué un
seguidor de Derrida habría de objetar algo a mis ideas. Las críticas vertidas
por Putnam y Habermas hacia mis tesis sobre verdad son prácticamente las
mismas. Ambos opinan que podemos retener la noción de ‘validez universal’. Por
razones sobre las que creo que Derrida y Wittgenstein estarían de acuerdo,
rechazo dicha noción. Sin embargo, no creo que Derrida me haya influenciado
particularmente. Prefiero filósofos políticos como Dewey o Habermas; hombres
que ponen todo su empeño en la discusión sobre alternativas políticas concretas
de un modo en que Foucault nunca lo hizo.
JF: Adentrándonos en su obra, Sr. Rorty.
¿Cree usted que la división que establece en sus textos entre lo público y lo
privado deriva filosóficamente de una ontología de la contingencia? Si es así,
¿cómo se forjaría un ‘nosotros los liberales’ que no supusiese la invasión de
la esfera privada a la pública?
Rorty: No existe una ‘ontología de la contingencia’
como tal. La distinción entre lo público y lo privado no es una recomendación a
la acción, sino simplemente una observación histórico-sociológica: algunos
autores son buenos para asuntos privados, mientras que otros funcionan bien con
asuntos públicos. Sostengo que los filósofos han tratado a veces de unir la
búsqueda de lo privado, lo individual y la perfección, en un intento de que las
responsabilidades de uno satisfagan al resto; pero dichos intentos no han funcionado
demasiado bien. Y, obviamente, no hay ninguna barrera infranqueable que separe
las dos esferas.
JF: Una de las partes de su filosofía que
encuentro más atractiva es su definición de ironismo. Su ironista parece una
renovación del héroe moderno de Baudelaire, que era un héroe irónico. Una de
sus armas es la seducción, la capacidad de convencer. ¿Cree que la tarea del
intelectual, hoy en día, se ha trasladado de la preocupación por el poder a la
preocupación por la seducción?
Rorty: Estoy de acuerdo en que mi noción sobre la
ironía comparte muchas similitudes con la de Baudelaire, y lo que resultó ser
‘moderno’. Pero no le encuentro ningún interés a distinguir entre intentar
ejercer el poder e intentar seducir. Aquello que llamas ‘seducción’ es simplemente
la utilización de la persuasión para cambiar las opiniones de la gente –lo que
a su vez pudiera ser entendido como un intento de ejercer el poder.
JF: De acuerdo con su respuesta, usted
comprende la seducción como un modo de ejercer el poder. Ante esta afirmación
me surge una duda sobre el modo en que usted concibe los acuerdos contingentes
que se alcanzan en democracia. En relación con estos acuerdos, ¿estaría su
posición cercana al consenso de Habermas? ¿O más bien estos acuerdos se
lograrían mediante el poder ejercido por el argumento más seductor sobre el
resto?
Rorty: ‘La seducción’, al igual que ‘la retórica’, es
un modo de utilizar la persuasión. Esta persuasión, a mi entender, conduce a la
gente hacia lo que uno cree que es el camino equivocado. En cambio, conceptos
como ‘Lógica’ y ‘Razonamiento’ son términos aplicados a otro tipo de persuasión
menos violenta. Un tipo de persuasión que guía a la gente hacia lo que uno cree
que es el buen camino. Persuasión y fuerza no son más que dos maneras
diferentes de ejercer el poder. Todos esperamos que, con el tiempo, todo poder
ejercido sobre otros seres humanos sea ejercido por medio de la persuasión (y
ya nunca más por la fuerza). Si ese día llega, todos compartiremos ‘completa
racionalidad comunicativa’ en el sentido más habermasiano. A excepción de
algunos problemas relacionados con el concepto de verdad que únicamente a
catedráticos de filosofía podría interesar, estoy completamente de acuerdo con
Habermas.
JF: Instalados en su
idea de pragmatismo y silenciada radicalmente la voluntad de verdad, ¿por qué
preferir a Dewey sobre Platón. ¿Pueden acaso sus discursos compararse en
belleza? ¿Hay metáforas más sublimes que las platónicas y con mayor poder
creador que ellas?
Rorty: Dewey es menos bello que Platón, pero mucho
más útil. Más banal y menos sublime, pero muestra el camino mejor que Platón.
Dewey aporta consejos sensatos acerca de cómo alcanzar una utopía social,
mientras que Platón no.
J.F: Gracias, Sr.Rorty. Si le parece bien,
pasemos ahora al bloque dedicado a la Ética y la Política. La primera pregunta
es casi obligada: ¿Cuál es, a su parecer, el estado actual de la política
estadounidense?
Rorty: La política estadounidense se balancea hoy en
día hacia la derecha. Con un poco de fortuna, podría revertirse este efecto
hacia la izquierda de nuevo. No era muy optimista en 1998, y no lo soy ahora.
Es muy posible que los republicanos acaben por aniquilar todos los logros de
los presidentes demócratas desde Franklin D. Roosevelt hasta Clinton; pero
también es posible que los demócratas barran a los republicanos en las
elecciones de 2008. Bush es un presidente excepcionalmente malo, pero los
Estados Unidos han sobrevivido a malos presidentes en el pasado.
J.F.-En Achieving our country usted afirma que EEUU podría convertirse en un estado fascista.
¿Se está acercando a él o hay motivos para pensar lo contrario?
Rorty: Efectivamente, el peligro del fascismo es
mucho mayor ahora de lo que lo era antes de que Bush fuese elegido presidente
por segunda vez. Tanto Bush como sus consejeros son personas sin escrúpulos,
que no guardan ningún respeto hacia las tradiciones de la democracia
constitucional y que utilizarán cualquier artimaña para mantenerse en el poder.
Pero, aparte de esto, la amenaza del fascismo sobre los Estados Unidos no es
realmente grande. Podría resultar muy considerable, sin embargo, en el caso de
que tuvieran lugar más ataques terroristas. Tales ataques darían a Bush la
excusa perfecta para hacer cualquier cosa que se le antojase.
J.F: Cuando afirma que la democracia tiene
prioridad sobre la filosofía, ¿quiere con ello decir que la filosofía debe
mantenerse al servicio de la democracia sea cual sea esta democracia?
Rorty: Sí. La cuestión es que la filosofía es sólo
de importancia privada en la medida en que no sirve a fines políticos, y la
preservación de la democracia es el más importante de tales fines.
J.F:¿Cuál sería entonces el papel de la
crítica política?
Rorty: La función de la crítica política, como la de
la política en sí misma, es la de reducir al mínimo el sufrimiento humano y
aumentar la felicidad humana.
J.F: Pero, surgen problemas importantes a la
hora de valorar qué posición política aporta mayor felicidad y menor
sufrimiento. Podrían darse dos opciones políticas contrarias que provocasen un
similar grado de sufrimiento y felicidad… ¿cómo elegir entonces?
Rorty: John Stuart Mill ya se dio cuenta de que su
‘gran principio de felicidad’ no facilitaba las cosas a la hora de decidir qué
hacer. Ciertamente, es difícil decir qué aumentará la felicidad y qué no lo
hará. Pero siempre hemos estado, desde Platón, buscando un principio
alternativo que lo hiciese todo más fácil, y nunca lo hemos encontrado. Dudo que
lo hagamos alguna vez. Con todos sus errores, el principio de Mill es el único
que al final nos echa una mano antes de caer al vacío.
J.F: Si la filosofía debe conformarse con
minimizar el sufrimiento ¿cómo cree usted que se puede paliar el vacío que han
dejado los grandes relatos y las grandes teorías críticas?
Rorty: La filosofía se nos antoja absurda cuando
trata de excederse de sus obligaciones en lugar de renovar el clima cultural
fomentando el crecimiento de aquellas instituciones que reducirían al mínimo el
sufrimiento e incrementarían la felicidad. No deberíamos echar de menos las
grandes teorías críticas más de lo que echamos de menos las grandes teorías
teológicas
J.F: Usted propone una ética sin deberes,
basada en sentimientos tales como la compasión o la solidaridad. Pero, ¿por qué
los seres humanos pueden reconocerse a sí mismos derechos y no así deberes? ¿No
es acaso un gesto esteticista el limitar la ética al sentimiento?
Rorty: No comprendo qué hay de estético en decir que
nuestras respuestas a las necesidades de otras gentes están determinadas por
nuestra capacidad para otorgarles la posibilidad de encontrar su lugar. Mucho
antes de que el concepto ‘estético’ fuese inventado, la gente hablaba de la
necesidad de solidarizarse con la grave situación de los menos afortunados.
Hablar de ‘derechos’ u ‘obligaciones’ es, en mi opinión, inútil si no existe la
solidaridad.
J.F.: Quisiera, ahora, proponerle alguna
cuestión sobre literatura, pues usted también ejerce como profesor de
literatura en Stanford y en su obra apela a numerosos literatos. Una de las
cuestiones que queríamos trasladarle es si usted encuentra alguna diferencia
substancial entre la literatura ironista y la literatura llamada posmoderna.
Rorty: Nunca he sido capaz de descifrar qué
significa ‘posmoderno’, y estoy seguro de que Robbe-Grillet sea más o menos
posmoderno que Nabokov. Sin embargo, considero que Nabokov es mucho mejor
novelista.
J.F.: En su último libro traducido al
castellano, ‘Filosofía y Futuro’ (Gedisa, 2004), usted afirma que la finalidad
de la literatura es ser útil. Sin embargo, sólo con este criterio, ¿cómo
podríamos distinguir la función de la literatura de la de otros ámbitos como el
televisivo?
Rorty: Los programas televisivos, las novelas, los
cómics, los poemas, o los libros de filosofía, pueden ser todos utilizados para
los mismos fines: disfrute personal, cambio político, enseñanza moral, o muchas
otras. No hay una misión específica para ninguna de ellas en su contribución a
la cultura
J.F: Dentro de esa contribución a la cultura
de la que usted habla, ¿Qué autores de hoy le merecen admiración?
Rorty: Como filósofos me merecen admiración Juergen
Habermas y Robert Brandom. Soy admirador de algunos novelistas contemporáneos
como Phillip Roth, V.S. Naipaul, José Saramago, Salman Rushdie, o Ian McEwan.
J.F.: Y, por último, Sr.Rorty, ¿está
trabajando en algún próximo libro?
Rorty: No estoy escribiendo nada que tenga
importancia política últimamente. La mayor parte de mi tiempo lo uso
discutiendo sobre la salud actual de la filosofía.
J.F: Y, según su parecer, ¿en qué estado de
salud se encuentra la filosofía?
Rorty: La filosofía, al igual que la novela, es un
género que subordina su renovación y revivificación a la aparición ocasional de
un genio. Únicamente nos topamos con tres o cuatro filósofos originales cada
siglo. Autores como Wittgenstein o Heidegger no aparecen todos los días. La
filosofía, en la actualidad, se encuentra a la espera de un nuevo genio que la
renueve.
J.F.: Muchas gracias por todo, Sr. Rorty. Aprovecho para
agradecerle en nombre de Astrolabio y del Seminario de Filosofía Política el
haber accedido a esta entrevista.
1 comentario:
Mentes excepcionales. Muy interesante.
Por cierto, deberías quitar la verificación de la palabra, es un coñazo.
BESICOS.
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