sábado, 25 de junio de 2011

Aquel Delicioso Despertar...


Una rosa blanca en un vaso alargado que parece manchado por sucesos, un paquete al lado de la mesita de noche apostado debajo de la ventana disfrazada con la cortina disparatadamente roja que no produce deleite a la vista por su desacoplamiento con el entorno, varios sobres amarillentos con apariencia de haber sido lanzados desinteresadamente en la gaveta semi abierta dejándole al ojo algunos papeles que brotan de ellos con sus esquinas separadas curiosamente como cola de pez. Algunos CD  mal amontonados en la arista izquierda opuesta a la pared y a la ventana parecen luchar en su modesto equilibrio contra la gravedad. El suelo de cerámicas absurdamente multicolores de matices rojizos generan sensación de oscuridad sin llegar a serlo; un abanico blanco de techo con polvo acumulado en sus hélices como camuflaje permanece girando indiferente durante horas; una PC blanca al estilo antiguo con suciedad grasienta en el CPU y un teclado de esos transparentes con líneas perimetrales rojizas. La cama grande ocupando el mayor espacio deja ver unas sabanas blancas, con uno de sus ruedos tocando el piso; una pierna hermosa, trigueña, semi descubierta, con las plantas de los pies juntas, en posición recta y los dedos como malabaristas sosteniendo el peso en las puntas. Del otro lado de la cama esta el closet con su conjunto de puertas que van del techo al suelo. Algunos pantalones azules al parecer jeans, cuelgan desbalanceados por la brisa del abanico, otra mesa color caoba, descuidada, con una colección de ropas de las más curiosas luces apiñadas sin sentido.

La cabeza de la chica apunta hacia este lado, con su antebrazo cubriéndole los ojos, su mano derecha cae palmas arriba sobre sus orejas pequeñas de correctos dibujos; ella esta despierta, pero se quiere sentir dormida y actúa como tal; pero la realidad no se detiene ante las fantasías, esas voces escandalosas del vecino del apartamento de enfrente, la moto ruidosa hasta morir que aceleran sin sentido antes de iniciar la marcha, algunos jóvenes del barrio gritando imperiosamente ¡gano el licey!  Golpes de metales celebrando como si fuera el final del campeonato. Ella gira la cabeza, musita algunas palabras inexpresables y procede a acomodarse de nuevo no sin antes provocar algunos saltitos de tórax y cabeza de manera conjunta como queriendo grabar la huella de estos en la cama; tanta perturbación la lleva a decidirse a acabar con su descanso, se levanta, con sus manos aparta la despreciable cortina roja y mira atentamente hacia abajo; se perturba al notar que no hay nadie, que su línea visual no encuentra el factor de su inquietud, no por eso deja de observar meditativa la negra calle iluminada con esas bombillas embutidas en la penumbra de la noche; mira un momento al cielo ah, las estrellas, que limpio se ve todo allá arriba, cree poder tomar una constelación completa en sus manos, una acariciante brisa fresca toca su rostro y su pequeña pero perfilada nariz disfruta el olor a nuevo que le llega desde fuera; luego mira hacia adentro y apenada pero sin importarle compara la nitidez del cielo nocturno titilando entero, con ese rinconcito de alboroto donde cada veinticuatro horas hace su descanso.

Piensa que es mejor no salir; recula dos pasos y se deja caer sentada en la cama, sacude graciosamente la cabeza y los cabellos largos muy negros recorren su espalda con una suave ola de derecha a izquierda, completa su gesto femenino con dos imperceptibles movimientos de su cuello acompañados de sus dedos  desplazándose en su melena desde la frente hasta debajo de sus orejas, levanta los brazos uniendo como en abrazo ambas manos, un bostezo amplio profundo y sonoro deja ver el tono algodón de sus dientes, pone las palmas hacia arriba, entrelaza los dedos y al presionarlos con suave flexión vertical como queriendo alcanzar el techo escucha el trac  emitido  por estos. Recuerda el televisor y su mano izquierda que hace un segundo sostenía parte de su peso palpa una y otra vez encima de las sábanas buscando sentir la forma del control, lo encuentra y lo enciende; cambiar de canales no es de su gusto, esas monótonas programaciones locales hartan, mira un anuncio de pasta dental donde una chica hermosa, delgada, sonríe complacida de su dentadura y ella reacciona frotándose torpemente el interior de sus labios con los dientes y manteniendo la boca cerrada recorre varias veces con su lengua la parte frontal de sus incisivos, la detiene subiéndola arriba y abajo en el canino derecho y  tantea el filo de este frotándolo con la punta; pulsa el control una y otra vez ¡que noche más aburrida! se dice y deja escapar un suspiro. Mira la radio negra estilo antiguo, hace dos años debió comprar otra pero su incorregible manía de ir a comprar lo que necesita y traer lo que no debe no la abandona. Desea escuchar el vibrado del celular pero es sólo eso, una aspiración más de las escasísimas que ha tenido esta noche; la inercia en el inicio del fin de semana genera cierto desencanto, pero no se deja asaltar y se levanta de nuevo de la cama.

No llega a ser alta, pero su esbeltez no deja dudas, conociendo su cualidad camina bordeando la cama y ahí está el espejo esperándola, con su crónica conocida; sabe que se parará frente a el, se pondrá ambas manos en la cintura, se moverá un poco hacia ambos lados, hará un gesto seductor cuidadosamente practicado combinando ojos, boca y un ligerísimo ladeo de cabeza, echará un poco su pecho hacia delante y lo erguirá orgullosa, no se contentará con este estilo; con una mano recogerá el cabello y lo subirá simulando una cola que quiere avanzar hacia arriba pero que caerá hacia su espalda, dejando siempre unas líneas que le arroparán tímidamente ambos ojos, reconocerá en un momento -parece contradictorio- que no importa cómo se recoja, se sentirá bella en cualquier escenario; luego girará completamente, se pondrá de espaldas, se inclinará lo necesario hacia delante, girará la cabeza  sin dejar los gestos seductores y admirará las formas de su cintura y glúteos; el espejo sabe que musitará el nombre de alguna amiga de mejores atributos, pero se contentará hasta lo indecible al compararse con las demás. La escena lo cansa, en años de quietud fija en la pared ha tenido que contentarse con lo uniforme de su existencia; ahora procederá a quitarse la translúcida bata, a admirarse nuevamente pero sin tantos recovecos, la verá alejarse en busca de la toalla, para luego salir del baño y mirarse nuevamente mientras se seca, dejará de pasarse la toalla por algunas  zonas para contemplarse semi mojada, con los cabellos regados alrededor de la cabeza y cuello y se sentirá más seductora; se moverá dos pasos hacia atrás y dos pasos adelante, hará algunos movimientos y un conjunto de gestos con tímidos aires narcisistas.

Pero no, se para frente al espejo sí; incluso nota por primera vez que es bien alto, detiene su mirada la parte superior izquierda donde hay un conjuntito de puntos negro y grises, acerca un poco el rostro, como quien siente asco los toca con el dedo índice derecho y dice para sí: tendré que comprar uno nuevo; en un instante de tranquila contemplación y lúdico coqueteo trata de mirar sus ojos por el medio de las manchas, luego siente que despierta y se aleja pensando en el estilo de espejo que le gustaría. Hoy es un día diferente, se lo ha prometido, sabe que la rutina del día es parte de su auto compromiso, pero no resulta fácil abandonar lo que se ha construido. El ya no se molesta en llamar, le dijo semanas antes que no seguirían, pero lo que escondía era que ya se sentía madura para continuar en esas alocadas chiquilladas que la convocaban a actuar con no propio grado de desenfreno. No lo sintió únicamente ese día, en ocasiones anteriores pasó lo mismo, pero lo calló, buscaba en sus adentros la explicación correcta; primero creyó que no lo quería, luego que se había enamorado de una persona que no era su tipo, no conforme y temiendo romper casi cinco años de relación , consideró que el problema no era ella sino él que había cambiado, pero con esfuerzo titánico mantuvo dos meses la relación y un día de farra en medio del tum tum ensordecedor y de luces cegadoras de la disco le llego la revelación; él era el mismo de siempre; ella había cambiado. ¿Y las dos amigas inseparables desde inicios de secundaria? más de una décadas juntas, las tres parecían una pero ya era tiempo de caminar sola. 

No siente culpa, se siente bien, su vida lleva mejor ritmo hace semanas. Pero no quiere detenerse a pensar en su pasado; mira el guardarropa sin expresión de emoción, luego mira la puerta entreabierta del baño desde donde salen los rayos de luz que se reparten en la habitación, duda un momento pero se deja caer de espalda  bazos extendidos a la cama. Mira el techo, sonríe complacida, hasta susurra una canción; pero que hacer, es fin de semana, está sola en la habitación, no siente deseos de leer; de nuevo ese olor, sabía que no era sueño, se levanta y camina hacia la pequeñita cocina ah, un buen chocolate; minutos después entra al cuarto con la taza en la mano, enciende la radio, ahí está ese Luis Miguel ¡que chico más terrible! Prueba un poco de su bebida y la canción continúa: ...por debajo de la mesa acaricio tu rodilla y bebo sorbo a sorbo tu mirada angelical...

Sonríe mientras termina de tomar. Se siente nueva, energetizada, algunas gotas de sudor se escurren indiferente por sus sienes, la noche esta completa; de la mesa con papeles desorganizados toma el reloj, las nueve y quince de una noche que parece no avanzar, que se niega a culminar. Rápidamente toma un pantalón jeans azul en las manos, rebusca un poco y encuentra una blusa blanca, mira unas zapatillas bajas que combinan correctamente con la vestimenta, unos pendientes en las orejas, algo de maquillaje en las mejillas, pintalabios que parecen rojos y sale por la puerta tranquilamente. Su caminar es lento, ella observa el pasillo, todo tan quieto, silencioso ¡si pudiera tener esa tranquilidad en mi habitación! baja hasta el parqueo que da a la calle y mira algunas personas, ve los arboles de tamaño uniforme plantados hace poco, cansan a la vista pero se ven hermosos; varios niños corretean en el parqueo, una pareja adolescente pasa frente a ella tomada de la mano y ríe de nuevo, mira detrás y contempla los cuatro niveles del edificio de apartamentos que hoy siente verlo más alto que nunca. Respira hondo varias veces consecutiva e inicia contenta su marcha pausada hacia ninguna parte.

2 comentarios:

clariana dijo...

Me ha gustado el texto, aunque la descripción es tan completa, con tantos detalles que a veces me abrumaba un poco.
Primero se centra en la habitación, que no sé por qué me ha recordado a la de Van Gogh, quizás por la soledad que refleja.
Después se va centrando en la chica, su contacto con la habitación, con las cosas que hay en ella.
Va pasando a su estado anímico, a la nostalgia-reflexión-autoaprobamiento de actuación- con respecto a la persona que ha dejado atrás.
Centrada en su físico, un tanto narcisista, autocomplaciente...
Me ha recordado un poco cuando era joven con mis dos hermanos, qué diferente como eran, como actuaban ellos y yo.
Me dejaba llevar por las fantasías de la juventud y pasaba por delante la relación con los chicos que otras cosas de mi vida. En cambio ellos, -mis hermanos- el mayor se reía a veces de mí a causa de ello, él tan centrado en estudiar, tan inteligente siempre.
Después mirando hacia atrás, me ha quedado siempre la duda, de por qué nosotras o bastantes de nosotras somos tan estúpidas en no valorar más otras cosas, pero ahora lo veo así, en una fiebre de juventud se ve de otra manera. Por suerte, ahora la mujer está cambiando mucho y bastantes veces priorizan su carrera, su trabajo a todo lo demás, si pueden claro.
He leído tu post sobre el capital, está muy bien, es muy triste el tema este de las armas, las personas como los animales, a otra escala, no valemos nada, para ellos.
Saludos.

soy... dijo...

clariana

Me alegra que te guste el relato y si, la idea es describir la mayor cantidad de detalles posibles...

Gracias por tu comentario.