sábado, 20 de noviembre de 2010

Nadie Habla En Nombre De Haití... (III)


Sensibles almas trazando sendas en espacios tangibles; hiperestésicas esencias virtuales en afanes de ventura y luchadoras extasiadas por sentir el dolor ajeno ¡Ay! ¡Espíritus nobles contestadores del clamor que procura lo realmente humano! Trabajadores voluntarios de las aspiraciones que buscan bienestar. Contadores eternos de bellezas, naufragadores de maldades conglomeradas, removedores de miasmas sociales. Mi voz pegada al megáfono digital grita desesperada a sus oídos francos; mi garganta resquebraja el natural fluir de mis palabras que piden respuestas; mis ojos buscan la línea de sus miradas, mi mente se expande ante tantas preguntas ¿Por que la grande indiferencia ante la desgracia haitiana? ¿No impactan a sus corazones las imágenes de almas devastadas? ¿No levanta conciencia en sus espíritus los cuerpecitos mutilados de estos tiernos infantes?

La mujer grita enloquecida; la esclerótica de sus grandes ojos negros parecen faroles inmensos al contraste con su oscura piel; sus sangrantes manos rebuscan entre la nube de polvo que la rodea, trata de arrastrar algunos escombros, sin lograrlo; escucha gritos por todas partes y piensa lo peor, pero su instinto no la abandona y busca algún trozo de palo para hacer fuerza; limpia sus ojos y en ese momento hace conciencia del cosquilleo tibio que siente bajándole por debajo del brazo izquierdo, pero no se detiene; al fín consigue algo con que hacer palanca. Pero no tiene fuerzas, la pérdida abundante de sangre le da flojeras por todo el cuerpo; un escalofrió la deja sin respiro varios segundos. La mujer piensa que morirá sin sacar a su hijo de mil toneladas de concreto. No puede respirar, el polvo la ahoga, tose sin parar y en ocasiones escupe sangre coagulada. Pega los oídos en una y otra grieta pero no escucha nada. Quiere mirar entre ranuras pero todo esta oscuro como la noche, la misma que en unos minutos la arropará quitándole el último vestigio de esperanza. 

Un dolor indescriptible llena su pecho, lo siente hundirse constriñendo sus pulmones; el maldito polvo no se aleja, no hay viento que lo despeje; pone sus dos manos crispadas sobre su garganta, quiere respirar, quiere aire, aire limpio y de nuevo sus pensamientos se sitúan en su hijo; la mujer siente culpa, en un instante pensó en ella primero que en su hijo y no se lo perdona. Se deja caer bruscamente pero no siente el golpe, y en un momento de tranquilidad, de quietud, es bañada por la impotencia. Su hijo, su hijito de carbón no había conocido la vida ¡Cuanto trabajo para criarlo como pudo! ¡Sólo ella sabe lo que es tener que dejarlo en la casa, encontrarlo sentado desnudo en el suelo y día a día al finalizar la tarde alimentarlo con un trozo de pan vació! ¡Sólo ella sabe lo que significa vivir a pecho abierto el dolor de los dos! Y hoy, en diez segundos de temible tragedia lo ha perdido todo. 

La mujer ya no piensa, su cabeza gira de lado cubriendo parte de una mancha roja que se escurre entre los escombros; escucha voces que le parecen lejanas, no le importa qué dicen, sólo las escucha. Una voz masculina corre hacia donde ella está tirada, se aproxima a esta y dice: ¡vengan rápido, creo que escuché otro niño gritar! Los demás hombres se apresuraron en llegar; por ahí lo escucho, dijo señalando con el dedo hacia un hueco. Al acercarse vieron el cuerpo de la mujer; se oye la voz de uno que ordena: ustedes dos, quítenla del medio que hay que mover mucho peso. Dos hombres descamisados, dejando ver sus delgados pero musculosos abdómenes, tomaron el cuerpo y balanceándolo tres veces, lo lanzaron como basura hacia la polvorienta calle.

1 comentario:

Mabel G. dijo...

Es todo tan desgarrador.....
Nadie habla en nombre de Haití... y seguramente habrá alguien (muchos... decenas de miles...millones) que le culpen al mismo pueblo haitiano su desgracia, ocurrida solamente por utilizar erradamente su "libre albedrío". El terremoto fue culpa de ellos, dirán, el cólera fue culpa de ellos... dirán,los obtusos que no quieren ver la realidad y piensan que su dios, el de ellos, castigó al hatiano por algo malo que hicieron.
Lo siento muchísimo,Soy.
Peor no podemos ir, creo que se acerca el tiempo de mejorar nuestro mundo.
Un abrazo !